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jueves, 24 de noviembre de 2016

En el pasar deshabitado de mis días

No queda de ti más que la ausencia. En este espacio atemporal sin permanencia aún te sueño. Queda tu paquete de tabaco por la mitad, esos pantalones de pinza que te gustaba ponerte, tu taza del desayuno, tu vaso y tu plato favoritos. Quedan recuerdos de momentos que ya no serán. Palabras que no dirás más, palabras que nunca pronunciaste y otras que querías decir y no dijiste. He perdido la cuenta de los años que pasaron. Años de luces y de sombras, de sudores y escalofríos. Años que me decepcionaron. Años que perseguí esas palabras que nunca salieron de tus labios.  Así, de repente, todo se fue contigo. En el pasar deshabitado de mis días te sigo buscando. Pero nada hallo.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Fragmento 4 de 'Viviendo en punto muerto'

Carmen se despertó tarde esa mañana. Se había pasado parte de la noche en la mesa del salón con el ordenador estudiando para las oposiciones, buscando información y tratando de distraerse, de tener la mente ocupada. Hoy no tenía que ir al hospital donde hacía el PIR. Y, por primera vez en tres años, se alegraba de no tener que trabajar. Aunque el lunes tenía que volver, esperaba estar mejor para entonces. Se sentía demasiado herida, demasiado traicionada y vulnerable para enfrentarse al mundo en ese momento. Se pasaría el fin de semana en casa. En casa de Mónica, más bien.
Se estiró y movió el cuello. Tenía los musculos doloridos y lo que parecía una contractura en la espalda. Recordó lo que había pasado la tarde anterior, cuando llegó a casa de trabajar, con comida china del restaurante favorito de Jorge, y le entraron ganas de llorar. Pero no lo hizo.
Mónica se desperezaba a su lado. Su amiga le había cedido media cama pues en su apartamento no había mucho espacio. Además de Ana, ahora vivía otra chica allí. Tenían nueva compañera. El sofá era durísimo y estaba tan viejo que tenía un muelle suelto.
-Buenos días- dijo Mónica, bostezando-¿Qué tal te encuentras?
-Pues,  para haberme encontrado a mi novio poniéndome los cuernos otra vez, estoy bastante bien.
-Pregunta tonta, lo sé. Lo siento- dijo Mónica- ¿Hago café? ¿O sigues con las infusiones?
- Hoy me apetece café- dijo Carmen levantándose- pero ya lo hago yo, no te preocupes.
Fue a la cocina y bebió un vaso de agua. Luego buscó el bote de cristal donde guardaban el café molido. Todo seguía estando en el mismo sitio que cuando ella vivía allí,aunque hacía ya unos tres años que se había ido a vivir con su novio.
-Con lo maníatica que es Mónica casi no es de extrañar- pensó- y Ana no sabe freír un huevo, no creo que pise la cocina.
Carmen había limpiado la cafetera y la llenó de agua. Puso un filtro nuevo y café en abundancia.
- Lo que no sé como es la chica nueva, aún no la he visto.
Siempre que Carmen venía a visitar a Mónica, esta estaba sola. Ana trabajaba en un teatro, de actriz secundaria y Laura, la nueva compañera, tenía un trabajo por la mañana y otro los fines de semana.
Mientras preparaba el desayuno su mente volvía una y otra vez a la noche anterior, a Jorge.     

jueves, 10 de noviembre de 2016

Soledad


 La soledad tiene el pelaje de su suerte negro, con unas manchitas blancas de paz y esperanza  en los pies y en los bigotes. Sus ojos son verdes, profundos, misteriosos. Dicen mucho con su mirada.  Mira el mundo como si nada formarse parte de él. En ocasiones también te mirará a ti así.

Te la encontrarás un día en tu casa sin previo aviso, esperándote en la puerta. Si decides acogerla, se comerá lo que le des y lo que atrape, a veces gruñirá, otras ronroneará cuando le rasques las orejas. Será distante y altiva, a veces cariñosa y cercana. Algunos días, cuando ya confie en ti se sentará en tu regazo y dormirá, llenandote de sueños nuevos. Dejará tu sofá y tu cama repletos con los pelos de la felicidad. Arañará los rincones de tu alma y lamerá tus heridas. A veces se acercará y otras te rehuyirá para luego regañarte porque no le haces caso.

A veces querrá salir, se escapará a cortejar a los otros gatos, a hacer amigos, a vivir aventuras y no sabrás de ella hasta que tenga hambre de nuevo. Cazará esos ratones, esos fantasmas, que habitan en tu casa y se los comerá. También te traerá algún pajarillo muerto, alguna pesadilla que te ronda,  porque ella sabe que tú no las  puedes cazar.

Cuando no sale se pasará el día en la ventana, soñando despierta con las palomas del exterior, o dormida en el sitio más insospechado. Se subirá a las estanterias para desordenarte los libros, las fotos y los recuerdos. Jugará con los ovillos de lana de tu alma, desenrredándolos, enliándolos, deshaciéndolos y rehaciendo sus nudos.

Se subirá a la mesa, a la encimera y le obsesionará el papel de aluminio porque es brillante y opaco a la vez,  como ella. Le encantará molestarte cuando estes en el baño, te despertará en la madrugada  mordiéndote los dedos de los pies y te alegrará las noches oscuras con su silencio. Porque esta gata es silenciosa, no la oirás ir detrás de ti y pocas veces maúlla, solo en ocasiones especiales.

Si no la castras, si la dejas libre y es feliz, parirá gatitos. Te dejará que los cojas con tus manos. Sus hijos serán inspiración, trabajo, cordura y bienestar. También puede tener a  pesadumbre y nostalgia, pero a todos les cogerás cariño. Les darás leche para gatos, cobijo y mimos. Pero necesitan tanto a su madre como a ti. Y entonces te darás cuenta de todo lo que la soledad aporta a tu vida. La soledad nunca viene sola.

Hay a quién no le gusta un poco de soledad en su vida. Hay a quién no le gustan los gatos.
A otros no les gusta porque es negra, aunque solo por fuera, y no saben ver su dulzura . Hay gente  muy rara en el mundo, que necesita demasiado ruido, demasiada gente y alborotro a su alrededor. Pero mi soledad y yo, y tal vez también tú, sabemos que  la gata es necesaria. Y que por mucho ruido, gente y alboroto que haya alrededor todos estamos hechos de pedacitos de soledad. Como los gatos.