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lunes, 30 de mayo de 2016

Clávame las uñas en el corazón, de Joana Arteaga

'Clávame las uñas en el corazón' es uno de esos libros con un modo de tratar el tiempo que me desconcierta y me encanta a la vez. Me recordó a un puzzle hecho a ciegas, donde no acabas de ver la imagen hasta completarlo y solo una vez terminado lo comprendes. Me pasé toda la novela viendo como las piezas iban encajando en mi imaginación.

Si siempre digo que me encantan los libros con protagonistas femeninas; con este quedé más que satisfecha en ese sentido porque, si bien los personajes masculinos tienen su importancia, el peso de la historia recae inequívocamente sobre las mujeres. Nada menos que cuatro mujeres de tres generaciones diferentes.

El otro gran protagonista de esta novela, que eclipsa todo lo demás, es el dolor. El sufrimiento se hace patente en cada línea, en cada personaje, desde la copla del inicio del libro (que yo no conocía) al final. Las emociones de los personajes te atraviesan, sientes su calvario casi en propia carne, así de bien narrado está este libro.

Hay mucho dolor en estas letras, pero también una puerta a la esperanza. Es una hermosa reflexión sobre la vida, sobre el amor y sobre todo el sufrimiento. Y de como muchas veces para liberarnos de ese dolor nos inflingimos otro mayor, como si no supiesemos curarnos de otro modo. Pero no quiero desvelaros lo que para mí es fundamental en la historia y le da pleno sentido. Si lo queréis saber tendréis que leerlo. 

Es literatura intimista, profunda, para nada ligera o comercial. Se trata de unos de esos libros que te hacen pensar, que a mí suelen encantarme. Sin embargo, no se hace difícil de leer. Es de esas obras que creo solo alguien con cierta sensibilidad puede apreciar en toda su hermosura.

 De la misma autora he leído también algo más ligero: 'El mundo contigo', que no reseñaré puesto que, aunque me gustó, no me fascinó como si lo hizo el libro que ahora tenemos entre manos.También es muy recomendable su colección de relatos: 'Siete versos sueltos'. De uno de esos relatos surge esta historia.

Recomiendo a esta autora, tanto si os gusta la literatura profunda e intimista como si preferís algo más ligero, pues tenéis dónde escoger entre los diferentes títulos que ha escrito. Yo la seguiré de cerca, creo que tiene un gran potencial y estoy deseando un nuevo libro del tipo de 'Clavame las uñas en el corazón', aunque últimamente parece preferir el género romántico o más bien 'chick lit'. 

sábado, 21 de mayo de 2016

Micro-relato: Amanecer

Este  micro-relato tan corto se me ocurrió para un concurso, pero no voy a presentarlo. Se trataba de escribir incluyendo la palabra amanecer, me puse a escribir y esto es lo que salió. 

En la ventana aparecen por fin los primeros rayos de sol, que se filtran a través de las cortinas. Estuve despierta en la oscuridad esperando este momento, esperando que el sol asomase al fin y volviese a estas tierras yermas para llenarlas de luz, dándoles un poco de calor. Le velé toda la noche deseando que amaneciese, tranquila y sin moverme mucho. Me entretuve con el divagar de mis pensamientos. Le di vueltas al concepto de lo efímero. Nunca se sabe cuál puede ser nuestro último día.

Aquí las noches son frías y se hacen eternas, aunque los días silenciosos transcurran entretenidos y con mucho trabajo. Cuidamos los cultivos, los huertos, los animales y las máquinas. De ellos dependemos los colonos para tener alimento, agua y aire a diario, y por eso los mimamos. Y además escribimos estos diarios y grabamos vídeos de nuestras actividades, dejando la primera impronta humana en un mundo que es nuevo y antiguo a la vez.

Mi compañero se renueve en la cama cuando la luz del amanecer lo despierta. Quiero que me vea a su lado cuando abra los ojos, que vea como lo miro, como velo su frágil y febril sueño. No me eligió ni yo le escogí. Fue el azar, quizás el destino, quien nos unió. O tal vez solo un algoritmo en un ordenador lo que consiguió que concidiesemos en el tiempo y el espacio. Todo lo demás es solo nuestro.


Tendré que limpiar sus heridas otra vez, cambiar el sucio vendaje, y le va a doler. Siempre aprieta los dientes y nunca grita, pero yo se bien lo que duele. A su lado, ni siquiera esta misión de colonización marciana en que vivimos me parece solitaria. A mí, que siempre me sentí sola. Ni siquiera el insomnio ni la larga noche me atormentan, porque él me recuerda que siempre amanece de nuevo. Pero,  ¿por cuánto tiempo?





lunes, 16 de mayo de 2016

Mente, de Fernando Maremar

Este es un libro que leí porque me hablaron bien de él y tengo que decir que me ha fascinado tanto que no voy a dudar un solo minuto en leer todo lo que la persona que me lo mostró me recomiende. Es uno de esos libros de los que me enamoré pérdidamente.

'Mente' tiene una protagonista femenina, lo que suele encantarme ya de por sí, y es además una chica fuerte, lo que me gusta aún más. Udelia es de esas mujeres increíbles, inteligentes pero humanas, que llenan una historia con su sola presencia. Es por algo tan banal en apariencia como su insomnio por lo que se inicia toda la trama.

El entrañable profesor, con esas frases que parecen decirlo todo sin concretar nada, con su divagar, es el mentor de Udelia y además su amigo. Con un correo electrónico suyo empieza esta novela.

En cuanto al resto de personajes, no soy capaz de hablar de ellos sin destripar totalmente el libro. Si os hablase de Andrei o del inspector de policía, por ejemplo, me temo que iba a meter más de un spoiler, lo que no es mi intención.

Los personajes sufren una gran transformación personal, tanto los protagonistas como alguno de los secundarios. Al leer vamos viendo ese curioso cambio, esa especie de despertar. Para mí se trata de una reflexión sobre los azares de la vida que nos van modelando, en ocasiones a nuestro pesar, en otras para mejor.

Además de sus protagonistas, otro de los puntos fuertes del libro es su argumento. Me ha parecido original, arriesgado e incluso rompedor en un determinado momento. No sé si os pasa también que al leer vamos viendo por dónde va a ir la historia, adelantándonos a lo que el autor quiere desarrollar. A veces simplemente es por intuición, otras porque el escritor es humano y sigue una lógica no muy difícil de adivinar. Pues bien, en esta novela no hay previsiones que valgan. Llegado un punto en que me dije: "ahora solo puede pasar esto", lo que en realidad pasó me dejó boquiabierta, por inesperado. Y solo pude seguir leyendo, con la mente abierta y preparada para que lo imposible se hiciese real sobre el papel (o en el Kindle, más bien)

La acción sucede en un mundo del mañana, para mí no tan diferente al de hoy, con una curiosa peculiaridad: está prohibido salir de noche de lunes a jueves. Además, la policía patrulla y trata de hacer cumplir esta norma. Y nuestra protagonista, con insomnio y bastante aislada del mundo que la rodea, sufrirá ese gran cambio en su vida que parece estar deseando desde hace tiempo. Pero no será como ella esperaba.

Para terminar solo decir que no os arrepentiréis de leerla, sobre todo si os gusta la ciencia ficción y los futuros distópicos.


miércoles, 11 de mayo de 2016

Mentes desamuebladas, fragmento 2 del diario de la novata


Hoy es  mi primera salida. Me lo dicen por sorpresa, cuando entro en el turno de noche. Creía que me pasaría todavía unas semanas en las oficinas, atendiendo llamadas, buscando información y tomando un café tras otro. Me está resultando estresante, no me gusta estar encerrada, delante de la pantalla. Pero adoro a  los compañeros, la gente y sobre todo la sensación de estar ayudando, aunque todo lo que haga parezca una brizna de hierba en una inmensa pradera vista desde el aire. Quiero volar, sería feliz solo con volver al simulador de vuelo.

El piloto instructor es Héctor García, le conozco de vista. Es un hombre fortachón y campechano, siempre amable y con una sonrisa en sus labios. Se mete un poco conmigo y con los otros novatos, pero todo es de broma. Me alegra que me lo hayan asignado.

Una vez en el aire, cuando yo pensaba que Héctor iba a poner el piloto automático, suelta los mandos de repente y la nave empieza a  caer en picado. Reacciono rápido, sujeto con firmeza el timón y la enderezo de nuevo casi antes de que el capitán empezase a maldecir.

-Coño, García. ¡Deja de hacer eso ya, joder! Que vamos a tener un disgusto-refunfuñó mientras se limpiaba el agua que le había empapado la camisa.
También es mala suerte que la maniobra le pillase bebiendo.
-Solo ponía a prueba a la novata, el último que tuve se cagó en los pantalones y casi nos la pegamos- repuso Héctor García, con una sonrisa socarrona.

Me mira fijamente y me señala con el dedo.
-Tú, reaccionaste cinco milésimas de segundo tarde. En el aire el tiempo es oro. Aunque no ha estado mal.

"El tiempo es oro", como recordaré en el futuro esa muletilla tan propia de Héctor. En las siguientes semanas se la oiré decir unas mil veces.

Pero volviendo a esa noche, tras dar un par de vueltas a la ciudad algo llama la atención de uno de los tres ojeadores que van en la nave con nosotros. Es un bulto informe que puede ser una persona o tal vez solo ropa atada a la barandilla de seguridad de una azotea. Héctor pone el motor al mínimo de revoluciones y nos acercanos para mirar.

Con las gafas de visión nocturna y ya más cerca del inmueble, el ojeador confirma sus sospechas. Se trata de un chico encaramado a la valla por la parte de afuera. El capitán me manda rastrear en busca de la señal de un chip.
-No hay nada, ninguna señal en el radio de unos 500 metros- digo tras unos minutos muy tensos para mí, en los que miro aturdida la pantalla verdosa del radar de seguimiento de chips.
-Díaz, llama a la central. Que avisen a Tobías y le metan prisa. Y que manden un par de naves más para desplegar la red bajo este edificio. De momento no nos acercaremos más, puede saltar en cualquier momento.

Me pasan unas gafas y pongo todo el aumento para observar de cerca al sujeto.
-¿Y bien novata, qué ves?-me pregunta Díaz, el ojeador, pasándose los dedos por su pelo corto y oscuro.
-Varón, entre 16 y 20 años, alto, al menos un metro noventa y de complexión  muy delgada, ropa de deporte oscura, pelo largo y...-Me detengo, me saco las gafas y se las devuelvo-se está sentando en la cornisa.
-Creo que al final si podemos acercarnos y desembarcar en la azotea-dice el capitán sacándose sus lentes-Parece tranquilo. Esto va para largo. Te aproximarás despacio a la zona contraria del edificio, sin aterrizar,  y saltaréis solo vosotros dos.

La nave se acerca lo máximo posible y bajamos saltando. Caigo mal y me pelo las manos al apoyarlas en el suelo. Tenía que haber rodado para amortiguar la caída, como hizo el ojeador, pero en vez de eso doblé las rodillas. Es mi primer salto y esto no lo enseñan en las clases de preparación.

-Bueno, la próxima vez será mejor- me digo para darme ánimos. Sé que en la nave, que vuelve a tomar altura, García y el capitán se están riendo de mí y mi torpeza.
En esta zona de la  azotea, la más alejada del chico,  hay gravilla en el suelo en vez de césped. Díaz y yo nos acercanos con cautela. El muchacho no parece darse cuenta de que estamos aquí. Sigue sentado en la cornisa, con los pies colgando y mirando al vacío. Me pregunto que pasa por su cabeza, si es que piensa en algo. Al llegar junto a él, nos mira fijamente como si viese a través de nosotros. Tiene la mirada perdida de los que están complemente idos. Y un bulto extraño en la mano derecho que tardo en identificar como una pistola.

Díaz y yo desenfundamos a la par. Estoy completamente aterrorizada, mis manos tiemblan sosteniendo el arma. No soy capaz de escuchar las órdenes que me dictan por el auricular en mi oído. Ni siquiera comprendo lo que mi compañero le grita al muchacho. Entonces, el sonido de un motor le distrae y deja de miramos a nosotros. Se levanta y contempla como las naves despliegan la red a sus pies. Pero lo hace ausente. Un sudor helado me recorre la frente y las palmas de las manos. Cuento hasta tres, muy despacio.  Uno, dos, tres,...Y al fin vuelvo a tener la facultad de pensar.

Lo mismo parece sucederle al chico, que de pronto se recupera. Su mirada recobra la vida. Y se dirige a nosotros.
-Lo siento-dice- no voy a hacer nada. No voy a hacer nada. Lo siento...
-Tira el arma hacia aquí a través del quitamiedos y levanta las manos-dice Díaz, sin dejar de apuntarle con su reglamentaria.

El chico mira entonces su arma como si no supiese que la tiene en la mano. La arroja con cuidado hacia nosotros y nos enseña las palmas de las manos. Parece aterrorizado, como quién despierta de una pesadilla. Trepo la valla para detenerle, mientras le digo una y otra vez que no se mueva. Le pongo las esposas y le informo de sus derechos mientras el ojeador examina la pistola.

-Es de juguete- me dice- de fogueo, y ni siquiera está cargada.
Las naves desclavan la red de la pared y una de ellas se acerca a recogernos.
-Sácale las esposas-dice el capitán en mi oído-no está detenido, pero debe verlo el equipo médico. Y déjale la brida, por si acaso.
De mala gana obedezco y le explico la situación al muchacho. Creo que el hecho de que no vaya armado no significa que sea inofensivo. Después de todo, seguramente sea un TBP.

Le pregunto su nombre y su identificación para anotarlo en mi registro. Todo lo que decimos, si pulsamos un botón incorporado en el traje, queda registrado en un archivo online. Es bastante práctico. Antes, hace unos cuantos años, había que anotar todo a mano. Recuerdo cuando me lo explicaron en clase. Y mil cosas más que creía inútiles, como el sistema de anclaje de las redes o a diferenciar una pistola de verdad de una falsa. Y me siento un poco estúpida.

-Eh, lo has hecho bien-me dice Díaz en un susurro y bajando aún más la voz añade-yo también me acojoné.

Le muestra la pistola al capitán, que desciende de la aeronave en ese momento.
-¿Habías visto alguna vez un juguete tan bueno?- Dice.

El capitán coge el arma y la examina extrayendo el cargador, sacando y poniendo el seguro y  apretando el gatillo.
-Es buena- dice-me habría engañado hasta a mí.

Se queda pensativo un instante, antes de devolverle la pistola de  juguete a Díaz.
-Tenemos que investigar quién ha hecho esta maravilla. Algo así, sin marca de seguridad ni seña alguna de que es falsa, no es legal. Subid, volvemos a la comisaría.

Ya en la nave me asalta una duda.
-¿Vuelvo a esposar al chico?-pregunto.

El capitán se rié y me mira.
-No, mujer. Es ilegal, pero una falta menor- dice y recupera la seriedad- No sé que demonios os enseñan en la academia hoy día.
-Es mi novata, jefe. Lo que tiene que aprender es a pilotar- responde García- Sentaos y abrochaos todos el cinturón que despegamos.